sábado, 27 de abril de 2024

EL MISTERIO DE KASPAR HAUSER

No era mucho lo que tenía, pero lo mismo se sintió satisfecho. Su fino olfato, desarrollado en las actividades como jefe de policía en Nürenberg, le hacía dar casi por sentado que estaba a punto de resolver un enigma que alborotaba a los alemanes durante aquella primavera de 1828. Anselm Ritter Von Feuerbach se apoltronó en su sillón de cuero de Rusia y casi se felicitó a sí mismo por sus extraordinarios dotes de detective. Lo hubiera hecho en voz alta, incluso, de no ser porque sintió una presencia muy pesada tras de sí, como si estuviera mirándolo fijamente. Girando velozmente la cabeza, se encontró con aquello que la pura lógica le indicó que encontraría: la nada más absoluta.
Para entonces, ya tenía pensado el caso de Kaspar Hauser más de mil veces. Con una prolijidad sumamente obsesiva, aunque metódica también, Feuerbach había tomado nota en una carpeta la historia de ese muchacho que aparentaba tener 17 años, ancho de hombros y espalda de cosaco. Ojos azul claro, pelo casi rubio, pies no mas grandes de lo normal para su físico y manos de aristócrata. En otra libreta más pequeña, el policía pensaba plasmar sus conclusiones, pero sus páginas aún guardaban la inmaculada pureza del blanco. No porque no tuviera nada qué escribir, ya que a esas alturas había analizado una vasta cantidad de ideas dentro de su mente. Sino que todavía restaba un detalle no menor para él: escribirlas por orden de importancia.
El muchacho -le gustaba llamarlo así- había aparecido en el zaguán de la casa de un zapatero el día 26 de mayo, y el calendario de 1828 señalaba que se trataba de un "Lunes de Pentecostés".
"Una simple casualidad" se dijo a sí mismo. El joven traía consigo dos cartas, en una, su madre contaba que había bautizado al muchacho con el nombre Kaspar, y que tuvo a bien darle el apellido Hauser, perteneciente a su ya fallecido padre; que tomó la durísima pero necesaria decisión de abandonarlo porque, según relataba en la misiva, era imposible para ella alimentarlo dignamente. Suplicó además que fuera enviado al Regimiento de Caballería ni bien Kaspar hubiera cumplido la mayoría de edad. Consignaba también, entre otros detalles muy bien redactados, que la fecha de nacimiento del pequeño Hauser era el 20 de Abril de 1812. La madre se identificaba a sí misma como una pobre mujer.



El joven, por la época en que se lo halló, en 1828.



En el otro manuscrito alguien contaba, a su vez, que el joven había sido abandonado en la puerta de su casa una cruda noche de invierno de 1815, que nada sabía de él, salvo que deseaba convertirse en soldado. La misiva concluía de una manera muy poco humanitaria: "No tiene dinero, y si alguna vez manifestara que no necesita tenerlo, debe usted colgarlo de un campanario, o ya de plano, matarlo a golpes". Feuerbach no lo dudó demasiado: "no son mas que pistas falsas" se dijo, y acto seguido, eliminó como fuente de información tambien al zapatero.
El Capitán Qessening, del célebre Sexto de Caballería de Nürenberg, parecía ser la persona más indicada y fiable en el asunto de aportar datos. Se dijo que Kaspar Hauser había sido llevado a su presencia dando tumbos, y con los pies ampollados y sangrantes, "como si no estuviera acostumbrado a caminar".
La carne y la cerveza lo descomponían.
Sólo aceptaba pan y leche.
No podía hilar una frase, por breve que ésta fuera.
Todo su léxico se limitaba únicamente a dos palabras: saludaba a todo el mundo como "joven". E identificaba a cualquier animal como "caballo".
Aunque con el tiempo, el muchacho se las arreglaría para hacerse entender un poco más, eso no había sido suficiente para brindar la información necesaria. Fue como tratar de resolver un revoltijo de ideas sueltas, datos azarosos y vagos recuerdos personales, tarea para nada sencilla; pero lo que arrojó como resultado, se sintetiza que durante  sus 17 años vivió en un ambiente reducidísimo, de tal vez no más de dos metros de largo, por uno de ancho y uno y medio de altura. Feuerbach había fijado sus ojos en un tal Stanhope para seguir el carretel de sus pensamientos, y así, tratar de resolver el misterio del joven Hauser.
El nuevo personaje en esta trama era, en cambio, un viejo conocido. Aventurero, hermanastro de la famosa Lady Hester Stanhope, sobrino del Primer Ministro ingles, William Pitt y, por sobre todo, estrecho amigo y fiel colaborador de la familia ducal de Baden. Lord Stanhope hizo acto de presencia en Nürenberg y demostró un peculiar interés en Kaspar, a tal punto, que en poco tiempo logró ganarse su confianza.
Una coincidencia temporal afirmó en el investigador del caso que el muchacho podría ser tomado como cualquier cosa, salvo por un mitómano. Con Lord Stanhope todavía en la ciudad, el joven Kaspar sufrió el primero de varios intentos de ser borrado del mapa. Concretamente, se supo que fue hallado ensangrentado e inconsciente en el sótano del regimiento. Como era habitual, sus testimonios dejaron mas dudas que certezas. Había relatado, apenas, que alguien desconocido, cuchillo en mano, se abalanzó sobre él, y sin embargo, el profundo corte que presentaba en la cabeza era prueba inequívoca que se trataba de un intento de asesinato. ¿quién? Jamás se supo, debido a que el identikit que Hauser fue capaz de proporcionar resultó demasiado burdo y carente de información -mediana estatura, abrigo negro, guantes de cuero, lustrosas botas- por lo que no costó suponer que se trató de un simple suicidio frustrado. En resumen, tanto para las autoridades como para los civiles, Kaspar Hauser no sólo era un mentiroso, sino también un desequilibrado mental. Sólamente Feuerbach descartó ambas hipótesis, prefiriendo interesarse el el súbito deseo de Lord Stanhope por adoptar al muchacho. Quizás porque la "mezcla" entre un salvaje joven abandonado y un noble era algo que no encajaba en ningún esquema... Hasta ese momento.
Un fino haz de luz del alba se colaba por un borde que el cortinado del ventanal del escritorio había dejado al descubierto. En ese momento, Feuerbach se disponía a estrenar su libreta de conclusiones. Allí escribió, muy prolijamente, que "Kaspar hauser era hijo legítimo de un príncipe, por ende, a su vida o muerte, están ligados grandes intereses. Las personas que conocen este secreto tienen no sólo los medios, sino también el poder para intentar perpetrar un nuevo intento de asesinato contra él"



Feuerbach, el detective.


Feuerbach volvió a experimentar esa sensación de orgullo hacia sí mismo, tal como en el comienzo de aquella noche, en que se encerró en su estudio, con sus notas, a pensar. Se dejó, para la hora de su café de las tardes, su última anotación: nada más y nada menos que sus propias conclusiones acerca de la identidad del tal Hauser. La tenía en mente, aún dándole su forma final antes de volcarla en el papel, para terminar el manuscrito con la mayor prolijidad y esmero posibles. Una vez planeado esto, se dirigiría a su hogar a dar cuenta de una cena en solitario y descansar; pero nunca pudo prever que jamás llegaría, pues, a la salida del departamento de policía, fue salvajemente atropellado por un carruaje tirado por cuatro caballos blancos. Tal vez esté de mas añadir que ni el cochero fue identificado, como tampoco hallado el carruaje.
El día del funeral del sagaz detective Anselm Ritter von Feuerbach, fue una jornada, digamos, bastante feliz para Lord Stanhope. Y, según parece, para el joven Kaspar también. La justicia alemana había fallado. Había convalidado la adopción y los había convertido en padre e hijo con todas las de la ley.
Esa fue la época más feliz para el muchacho. Pudo educarse, terminar sus estudios, y hasta llegó a escribir una serie de poesías que la crítica de esos tiempos recibió con mucho deleite, por su lenguqje refinado y sofisticado y por su espiritualidad. Pero lamentablemente, no todo iba a ser tan maravilloso...
Un mes más tarde, se abriría una nueva fosa en el cementerio de Nürenberg: la del mismísimo Kaspar Hauser. Su vida había llegado a su final a raíz de una daga que atravesó su corazón, en los jardines del palacio de la familia Stanhope. Durante tres días estuvo debatiéndose entre la vida y la muerte, sufriendo el ardor y el delirio provocados por una fiebre casi despiadada, pero que no le había impedido redactar su manuscrito póstumo: se trataba, nada menos, que la descripción de su atacante, y al cual describió, curiosamente, de manera idéntica a aquel sujeto que había atentado contra él la primera vez, en los sótanos del Regimiento de Caballería. Para Lord Stanhope fue inevitable reflotar la hipótesis del ya mencionado suicidio.

Carta de su puño y letra.


De boca en boca, un fuerte rumor se hizo lugar en toda Nürenberg: la gran Duquesa Estefanía, de la casa de Baden, había lamentado muchísimo, entre amargas lágrimas, la muerte del muchacho. Fue entonces cuando se recordó que diecisiete años atrás hubo dado a luz a un varón y que éste, según se dijo, falleció un par de semanas más tarde. Por ende, le hubiera correspondido la corona por derecho sucesorio, pero con su muerte o desaparición, si se quiere, se abrió paso a otra rama en el árbol de la familia real. Y diecisiete años más tarde, a una lluvia de intrigas palaciegas... ¿era Kaspar Hauser, acaso, el hijo "muerto" de la gran duquesa?
A diez pies bajo tierra, Anselm Ritter von Feuerbach, el brillante detective, se llevó ese secreto a la tumba.
De donde jamás salió.